Publicado en el boletín cuaresmal de la Hermandad de la Paz y Esperanza
Simbología,
liturgia y tradición en los colores de las túnicas de Cristo.
Las cofradías no
reflejamos con absoluta fidelidad los detalles de la pasión y muerte de nuestro
Señor, sino que la recreamos buscando destacar algún momento o significado
concreto. Ni Jesús portaba túnica bordada en oro fino cuando cargó con el
patibulum, ni su bendita madre vestía lujosas sayas y mantos, ni mucho menos se
tocaba con corona, del mismo modo que los soldados romanos no llevaban para
estos menesteres airosos plumeros juanmanuelinos en sus cascos, aunque nosotros
los mostremos a menudo así buscando en ello un bello símbolo, a la par que una
ofrenda y un concepto estético determinado.
Pese a ello, o
precisamente por ello, no debemos omitir un sentido catequético en todo lo que
los cofrades hacemos a mayor gloria de Dios. En cofradías todo debe tener un
sentido y un por qué. Y en esta línea, al hilo del esperado estreno de una
nueva túnica para Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, me gustaría
aprovechar la generosidad de la hermandad de la Paz al brindarme este espacio
para esbozar un somero repaso a los colores más habituales en las túnicas de
Cristo.
Ateniéndonos a los
colores litúrgicos, es sabido que cada uno de ellos tiene su día y su
simbología específica. Así, por ejemplo, el verde, color que habitualmente sintetiza
la virtud de la esperanza, el renacer y la juventud (por eso se asocia al
apóstol Juan), es también el color habitual en cofradías de la Vera Cruz,
simbolizando el árbol de la vida. Se utiliza en la iglesia Católica en el
tiempo ordinario. No siendo habitual el verde en túnicas de Cristo, existe sin
embargo algún antecedente como Nuestro Padre Jesús de la Esperanza en el puente
Cedrón, de Sevilla, que usa este color debido a su advocación.
El azul no era, en su
origen, un color litúrgico, por lo que no aparece en el misal romano, llegando
incluso a prohibirse en su día por la
Congregación de Ritos. Se empleaba para simbolizar la inmaculada
concepción de la Virgen María. No obstante la iglesia española, por su defensa
del dogma inmaculista, obtuvo el privilegio de su uso para dicha festividad,
privilegio que se extendió posteriormente a Hispanoamérica y a la totalidad de
la orden franciscana. Es por tanto un color eminentemente mariano. Sin embargo,
pueden verse algunas imágenes cristíferas vestidas con ese color, como el Señor
de los Afligidos, de San Fernando (Cádiz), o, combinado con otros tonos, el mantolín
de Ntro. P. Jesús en su Entrada Triunfal de Sevilla. Tienen también túnicas
azules, aunque de color matizado que podría interpretarse como variaciones del
morado, las sevillanas cofradías de los Panaderos y de las Penas de San
Vicente, aunque últimamente las utilizan poco. También se usa el azul para
simbolizar la eternidad, la piedad, y, en alguna localidad, como Sevilla, la
virtud de la Caridad.
El rosa es también
infrecuente, aunque es un color litúrgico. Se utiliza los domingos de Gaudete
(tercero de Adviento) y Laetare (cuarto de Cuaresma). Simboliza alegría, por lo
que no es infrecuente encontrarlo en sayas marianas, especialmente en
advocaciones gloriosas. No es un color habitual en túnicas de Cristo, salvo,
puntualmente, alguna imagen del Sagrado Corazón.
El negro es la ausencia
de color. Fue en tiempos color litúrgico relacionado con el luto y el duelo.
Por su sensación de vacío, aparentemente opuesta con el concepto de
resurrección, está hoy en día desplazado de la liturgia ordinaria por el
morado, si bien no puede hablarse con exactitud de color no litúrgico. Su uso
es facultativo para exequias y misas de difuntos, aunque poco aconsejado. El
movimiento cofrade es hoy un refugio del negro en la liturgia, pues lo
empleamos en banderas, insignias y túnicas, destacando el carácter fúnebre del
cortejo. Hoy en día no es habitual encontrar imágenes de Nuestro Señor vestidas
de negro, aunque en otros tiempos fue
algo más frecuente.
De forma excepcional,
la liturgia permite también el uso del dorado para solemnizar grandes fiestas
no luctuosas. Así, no es infrecuente encontrar el dorado en celebraciones de la
resurrección, como símbolo de triunfo. Dorados son por ello, en ocasiones, si
bien más frecuentemente de talla que de tela, los sudarios de algunos
resucitados y las túnicas de numerosas imágenes del Corazón de Jesús. Dorado
viste también en la festividad de Cristo Rey la imagen de la Entrada Triunfal
de Chiclana, y puntualmente lo ha hecho en cultos la sevillana de la Oración en el Huerto. Incluso
imágenes de nazarenos, como el de la Palma del Condado, se presentan sobre el
paso en este simbólico color. Como último y poderoso ejemplo, la originaria
túnica persa que Juan Manuel Rodríguez Ojeda bordó para el Gran Poder tenía
como soporte el tisú dorado, si bien al año siguiente a su estreno la cofradía
decidió pasarla al terciopelo color corinto con que hoy la conocemos.
El blanco se usa en la
liturgia para el tiempo pascual y navideño, así como para las fiestas de santos
no martirizados. Como color eucarístico se emplea el Jueves Santo, y también en
misas de sufragio por fallecimientos infantiles.
El blanco es el color comúnmente
asociado a la paz, pareciendo ésta la razón más probable por la que el señor de
Humildad y Paciencia suele portarla. Pero sobre todo, en la Iglesia, es símbolo
de pureza. De limpieza. De santidad. Ya en el Apocalipsis (7, 2-4. 9-24) se
cita este color para los ciento cuarenta y cuatro mil santos, indicando que
visten así porque han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del
Cordero. Es por ello que es frecuente encontrar túnicas blancas para imágenes
del Señor, tanto en escenas de tribunal como nazarenos, representando esa
pureza y santidad, hasta el punto que resultaría prolijo citar ejemplos.
No obstante, el color
blanco alcanza un sentido especial en las representaciones de Jesús situadas
cronológicamente entre su presentación a Herodes y su coronación de espinas.
Adquiere aquí un sentido de burla, representando las mofas y ofensas recibidas
por nuestro Salvador, ya que, como
indica el evangelista Lucas (23:11) << Entonces Herodes con sus soldados
le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a
enviarle a Pilato>>. La traducción actual de este pasaje no refleja
la necesidad de que la túnica fuese blanca, limitándose a citar su
magnificencia. No obstante el blanco era el color usado para significar a los
locos, y Herodes buscaba la burla y el
escarnio de Jesús tratándolo como tal, lo que bastaría para presuponer la
blancura de esa túnica. El razonamiento adquiere toda su consistencia cuando
contemplamos la traslación realizada por San Jerónimo en su célebre Biblia
Vulgata: <<… et illusit indutum veste alba, et remisit ad Pilatum.>>.
Por ello lo característico de las representaciones de esta escena es que Jesús
suele vestir con ricas túnicas de este color. Así lo vemos en el sevillano
misterio de San Juan de la Palma y en su homónimo cordobés del Cerro. Siendo
estrictos con este uso simbólico del color blanco, el mismo no debería
prolongarse más allá de la coronación de espinas, al existir la constancia
evangélica de que en ese momento le vistieron con una túnica púrpura (Juan 19,2
<<Los soldados trenzaron una corona
de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de
púrpura>>)
El rojo es
tradicionalmente el color que representa el amor de Dios por sus hijos, como roja
era su sangre derramada por nuestra salvación. Por ello las cofradías de
carácter sacramental suelen usar cera de este color en sus tramos de Cristo,
aunque el color eucarístico es, como hemos visto, el blanco. Amor es caridad, y
por ello el rojo simboliza también esta virtud teologal en la mayoría del orbe
católico. Es por excelencia el color de los mártires, y se usa en la liturgia
para las fiestas dedicadas a ellos, además del Domingo de Ramos, Viernes Santo,
Pentecostés, Exaltación de la Santa Cruz, fiestas del Espíritu Santo (por ello,
también en ceremonias de confirmación) y fiestas de apóstoles.
Numerosas son las
imágenes de Cristo que visten este color en diferentes variantes, entre las que
alguna vez se ha incluido Ntro. P. Jesús de la Humildad y Paciencia. En algún caso se hace siguiendo la
explicación simbólica que antecede, como Ntro. P. Jesús de los Reyes en su
Entrada Triunfal, o Ntro. P. Jesús de la Oración en el Huerto. En otras
ocasiones, puede deberse a una interpretación del pasaje bíblico citado de la
coronación de espinas, en el que se indica que en ese acto le vistieron un
manto púrpura, hasta el momento en el que, llegados al Gólgota, le despojaron
de sus vestiduras y las echaron a suertes, como reflejan las Escrituras.
Aunque el púrpura, en
sentido estricto, es morado. Un morado de amplio espectro que puede ir desde el
rojo subido, el corinto o el vino tinto (burdeos) al violeta. En la Edad Media
el proceso se fabricación del tinte púrpura, que procedía desde la antigüedad
de la concha de un molusco de igual nombre, se desvirtuó aproximándose más al
rojo. Además, en la Iglesia Católica tendemos a identificar el color púrpura
con el rojo debido al color característico de los cardenales (purpurados), y
nos referimos a ellos como revestidos de púrpura, aludiendo a su dignidad más
que al color en un sentido estricto. Es por ello que al colocarle a nuestros
eccehomos una clámide roja buscamos una identificación plena con el momento
representado, pero ésta sería igualmente válida y quizás más exacta si lo
hiciéramos con una morada.
El morado, en la
liturgia, es el color penitencial por excelencia, hasta el punto de que es el
usado precisamente al administrar el sacramento de la reconciliación o
penitencia. Se usa en Adviento y en Cuaresma, además de en las
exequias y responsos, en los que sustituyó, como vimos, al negro en su sentido
fúnebre, y es un color íntimamente asociado a la semana santa y al movimiento
cofrade, usándose con profusión en hábitos, túnicas, estandartes, palios,
mantos y multitud de enseres. Aunque por ese carácter simbólico puede
utilizarse en casi cualquier imagen, muestra toda su fuerza cuando se asocia a representaciones
que situamos en los momentos citados. En el lapso de tiempo que medió entre la
coronación de espinas y los instantes previos a la crucifixión. Es por
ello el color característico de las
imágenes de Jesús Nazareno cargando con la Cruz, o en los instantes más
inmediatos a éste.
Cualquiera de los
colores citados puede usarse para una imagen de Cristo. Todos ellos son
litúrgicos y tienen una base simbólica en su utilización. Según busquemos
destacar algún aspecto concreto del Divino Salvador utilizaremos uno u otro.
Pero parece evidente a tenor de lo explicado que, en el momento que representa
el impresionante misterio de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, el
más acertado desde un punto de vista histórico y catequético sería el púrpura,
es decir, el morado en cualquiera de sus variantes.
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