miércoles, 18 de diciembre de 2013

Simbología, liturgia y tradición en los colores de las túnicas de Cristo.

Publicado en el boletín cuaresmal de la Hermandad de la Paz y Esperanza




Simbología, liturgia y tradición en los colores de las túnicas de Cristo.

Las cofradías no reflejamos con absoluta fidelidad los detalles de la pasión y muerte de nuestro Señor, sino que la recreamos buscando destacar algún momento o significado concreto. Ni Jesús portaba túnica bordada en oro fino cuando cargó con el patibulum, ni su bendita madre vestía lujosas sayas y mantos, ni mucho menos se tocaba con corona, del mismo modo que los soldados romanos no llevaban para estos menesteres airosos plumeros juanmanuelinos en sus cascos, aunque nosotros los mostremos a menudo así buscando en ello un bello símbolo, a la par que una ofrenda y un concepto estético determinado.
Pese a ello, o precisamente por ello, no debemos omitir un sentido catequético en todo lo que los cofrades hacemos a mayor gloria de Dios. En cofradías todo debe tener un sentido y un por qué. Y en esta línea, al hilo del esperado estreno de una nueva túnica para Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, me gustaría aprovechar la generosidad de la hermandad de la Paz al brindarme este espacio para esbozar un somero repaso a los colores más habituales en las túnicas de Cristo.



Ateniéndonos a los colores litúrgicos, es sabido que cada uno de ellos tiene su día y su simbología específica. Así, por ejemplo, el verde, color que habitualmente sintetiza la virtud de la esperanza, el renacer y la juventud (por eso se asocia al apóstol Juan), es también el color habitual en cofradías de la Vera Cruz, simbolizando el árbol de la vida. Se utiliza en la iglesia Católica en el tiempo ordinario. No siendo habitual el verde en túnicas de Cristo, existe sin embargo algún antecedente como Nuestro Padre Jesús de la Esperanza en el puente Cedrón, de Sevilla, que usa este color debido a su advocación.

El azul no era, en su origen, un color litúrgico, por lo que no aparece en el misal romano, llegando incluso a prohibirse en su día por la  Congregación de Ritos. Se empleaba para simbolizar la inmaculada concepción de la Virgen María. No obstante la iglesia española, por su defensa del dogma inmaculista, obtuvo el privilegio de su uso para dicha festividad, privilegio que se extendió posteriormente a Hispanoamérica y a la totalidad de la orden franciscana. Es por tanto un color eminentemente mariano. Sin embargo, pueden verse algunas imágenes cristíferas vestidas con ese color, como el Señor de los Afligidos, de San Fernando (Cádiz), o, combinado con otros tonos, el mantolín de Ntro. P. Jesús en su Entrada Triunfal de Sevilla. Tienen también túnicas azules, aunque de color matizado que podría interpretarse como variaciones del morado, las sevillanas cofradías de los Panaderos y de las Penas de San Vicente, aunque últimamente las utilizan poco. También se usa el azul para simbolizar la eternidad, la piedad, y, en alguna localidad, como Sevilla, la virtud de la Caridad.


El rosa es también infrecuente, aunque es un color litúrgico. Se utiliza los domingos de Gaudete (tercero de Adviento) y Laetare (cuarto de Cuaresma). Simboliza alegría, por lo que no es infrecuente encontrarlo en sayas marianas, especialmente en advocaciones gloriosas. No es un color habitual en túnicas de Cristo, salvo, puntualmente, alguna imagen del Sagrado Corazón.

El negro es la ausencia de color. Fue en tiempos color litúrgico relacionado con el luto y el duelo. Por su sensación de vacío, aparentemente opuesta con el concepto de resurrección, está hoy en día desplazado de la liturgia ordinaria por el morado, si bien no puede hablarse con exactitud de color no litúrgico. Su uso es facultativo para exequias y misas de difuntos, aunque poco aconsejado. El movimiento cofrade es hoy un refugio del negro en la liturgia, pues lo empleamos en banderas, insignias y túnicas, destacando el carácter fúnebre del cortejo. Hoy en día no es habitual encontrar imágenes de Nuestro Señor vestidas de negro,  aunque en otros tiempos fue algo más frecuente.


De forma excepcional, la liturgia permite también el uso del dorado para solemnizar grandes fiestas no luctuosas. Así, no es infrecuente encontrar el dorado en celebraciones de la resurrección, como símbolo de triunfo. Dorados son por ello, en ocasiones, si bien más frecuentemente de talla que de tela, los sudarios de algunos resucitados y las túnicas de numerosas imágenes del Corazón de Jesús. Dorado viste también en la festividad de Cristo Rey la imagen de la Entrada Triunfal de Chiclana, y puntualmente lo ha hecho en cultos la  sevillana de la Oración en el Huerto. Incluso imágenes de nazarenos, como el de la Palma del Condado, se presentan sobre el paso en este simbólico color. Como último y poderoso ejemplo, la originaria túnica persa que Juan Manuel Rodríguez Ojeda bordó para el Gran Poder tenía como soporte el tisú dorado, si bien al año siguiente a su estreno la cofradía decidió pasarla al terciopelo color corinto con que hoy la conocemos.
El blanco se usa en la liturgia para el tiempo pascual y navideño, así como para las fiestas de santos no martirizados. Como color eucarístico se emplea el Jueves Santo, y también en misas de sufragio por fallecimientos infantiles.
El blanco es el color comúnmente asociado a la paz, pareciendo ésta la razón más probable por la que el señor de Humildad y Paciencia suele portarla. Pero sobre todo, en la Iglesia, es símbolo de pureza. De limpieza. De santidad. Ya en el Apocalipsis (7, 2-4. 9-24) se cita este color para los ciento cuarenta y cuatro mil santos, indicando que visten así porque han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Es por ello que es frecuente encontrar túnicas blancas para imágenes del Señor, tanto en escenas de tribunal como nazarenos, representando esa pureza y santidad, hasta el punto que resultaría prolijo citar ejemplos.



No obstante, el color blanco alcanza un sentido especial en las representaciones de Jesús situadas cronológicamente entre su presentación a Herodes y su coronación de espinas. Adquiere aquí un sentido de burla, representando las mofas y ofensas recibidas por nuestro Salvador,  ya que, como indica el evangelista Lucas (23:11)  << Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato>>. La traducción actual de este pasaje no refleja la necesidad de que la túnica fuese blanca, limitándose a citar su magnificencia. No obstante el blanco era el color usado para significar a los locos, y  Herodes buscaba la burla y el escarnio de Jesús tratándolo como tal, lo que bastaría para presuponer la blancura de esa túnica. El razonamiento adquiere toda su consistencia cuando contemplamos la traslación realizada por San Jerónimo en su célebre Biblia Vulgata: <<… et illusit indutum veste alba, et remisit ad Pilatum.>>. Por ello lo característico de las representaciones de esta escena es que Jesús suele vestir con ricas túnicas de este color. Así lo vemos en el sevillano misterio de San Juan de la Palma y en su homónimo cordobés del Cerro. Siendo estrictos con este uso simbólico del color blanco, el mismo no debería prolongarse más allá de la coronación de espinas, al existir la constancia evangélica de que en ese momento le vistieron con una túnica púrpura (Juan 19,2 <<Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura>>)
El rojo es tradicionalmente el color que representa el amor de Dios por sus hijos, como roja era su sangre derramada por nuestra salvación. Por ello las cofradías de carácter sacramental suelen usar cera de este color en sus tramos de Cristo, aunque el color eucarístico es, como hemos visto, el blanco. Amor es caridad, y por ello el rojo simboliza también esta virtud teologal en la mayoría del orbe católico. Es por excelencia el color de los mártires, y se usa en la liturgia para las fiestas dedicadas a ellos, además del Domingo de Ramos, Viernes Santo, Pentecostés, Exaltación de la Santa Cruz, fiestas del Espíritu Santo (por ello, también en ceremonias de confirmación) y fiestas de apóstoles.


Numerosas son las imágenes de Cristo que visten este color en diferentes variantes, entre las que alguna vez se ha incluido Ntro. P. Jesús de la Humildad y Paciencia.  En algún caso se hace siguiendo la explicación simbólica que antecede, como Ntro. P. Jesús de los Reyes en su Entrada Triunfal, o Ntro. P. Jesús de la Oración en el Huerto. En otras ocasiones, puede deberse a una interpretación del pasaje bíblico citado de la coronación de espinas, en el que se indica que en ese acto le vistieron un manto púrpura, hasta el momento en el que, llegados al Gólgota, le despojaron de sus vestiduras y las echaron a suertes, como reflejan las Escrituras.
Aunque el púrpura, en sentido estricto, es morado. Un morado de amplio espectro que puede ir desde el rojo subido, el corinto o el vino tinto (burdeos) al violeta. En la Edad Media el proceso se fabricación del tinte púrpura, que procedía desde la antigüedad de la concha de un molusco de igual nombre, se desvirtuó aproximándose más al rojo. Además, en la Iglesia Católica tendemos a identificar el color púrpura con el rojo debido al color característico de los cardenales (purpurados), y nos referimos a ellos como revestidos de púrpura, aludiendo a su dignidad más que al color en un sentido estricto. Es por ello que al colocarle a nuestros eccehomos una clámide roja buscamos una identificación plena con el momento representado, pero ésta sería igualmente válida y quizás más exacta si lo hiciéramos con una morada.


El morado, en la liturgia, es el color penitencial por excelencia, hasta el punto de que es el usado precisamente al administrar el sacramento de la reconciliación o penitencia. Se usa en Adviento y en Cuaresma, además de en las exequias y responsos, en los que sustituyó, como vimos, al negro en su sentido fúnebre, y es un color íntimamente asociado a la semana santa y al movimiento cofrade, usándose con profusión en hábitos, túnicas, estandartes, palios, mantos y multitud de enseres. Aunque por ese carácter simbólico puede utilizarse en casi cualquier imagen, muestra toda  su fuerza cuando se asocia a representaciones que situamos en los momentos citados. En el lapso de tiempo que medió entre la coronación de espinas y los instantes previos a la crucifixión. Es por ello  el color característico de las imágenes de Jesús Nazareno cargando con la Cruz, o en los instantes más inmediatos a éste.

Cualquiera de los colores citados puede usarse para una imagen de Cristo. Todos ellos son litúrgicos y tienen una base simbólica en su utilización. Según busquemos destacar algún aspecto concreto del Divino Salvador utilizaremos uno u otro. Pero parece evidente a tenor de lo explicado que, en el momento que representa el impresionante misterio de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, el más acertado desde un punto de vista histórico y catequético sería el púrpura, es decir, el morado en cualquiera de sus variantes. 

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