domingo, 8 de diciembre de 2013

Alma de Cristo

Publicado en Córdoba Cofrade especial Cuaresma 2013

 fotografía de Victor Olivencia Castro



A nadie puede dejar indiferente. Como dijo el pregonero, el Cristo que, como un espejo, devuelve al observador un retrato de su propia imagen. El Cristo, que otrora iba a advocarse de las Almas, que espanta a los tibios. Que conforta a los dolidos. Que hace volver la cara a los insensibles.  Que muestra el sacrificio. El Cristo maltrecho al que duele mirar, reflejo exacto de la sindone de Turín. El Cristo del cuerpo maltratado que repudian horrorizados quienes no se atreven a mirarle el rostro.  Cuerpo de Cristo que nos redime, Sangre de Cristo que nos embriaga, y agua de su costado que nos lavará el alma a poco que la desnudemos de prejuicios y reservas en la contemplación del Cristo de la Universidad.
Como en la oración de San Ignacio de Loyola, la pasión dolorida del Cristo universitario nos confortará, y nos refugiaremos escondidos en sus llagas, conmovidos con su sobrio caminar por las calles de la ciudad. Desplomado. Aparentemente vencido. La muerte que vence a la propia muerte. Mors mortem superávit.
Y, tras él, María. Primer titular que tuvo la hermandad. Bellísima imagen de nuestra Señora, bellísima hasta el punto que su enlutado y monjil atuendo no logra ocultarla, contemplará el puñal y recordará. Recordará cuando, como indica su advocación,  presentó al templo, siendo un niño, al maltrecho  crucificado que le precede. Y comprenderá que éste es el inmenso dolor que le profetizó Simeón. Y obediente como siempre al mandato de Dios, peregrinará tras su hijo con un pesar mayor que la espada que le atravesará el corazón.
Y esa noche de jueves de pasión, ambos lo llenarán todo. Ella, con su inmenso dolor y su profunda belleza aun desprovista de todo ornato. Su hijo de divino rostro maltratado hasta el extremo, con sus innumerables heridas, su nariz rota y su cabeza cruelmente lacerada.  

Y serán, Dios mismo hecho hombre y muerto por nosotros, y su bendita madre de la presentación, la única verdad en esa noche. Lo único importante en su recorrido  por el dédalo de calles de su antiguo barrio de la judería buscando la catedral. Y el resto, a su lado, será, seremos, una minucia.


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