Publicado en Córdoba Cofrade especial Cuaresma 2013
fotografía de Victor Olivencia Castro
A nadie puede dejar indiferente. Como dijo el
pregonero, el Cristo que, como un espejo, devuelve al observador un retrato de
su propia imagen. El Cristo, que otrora iba a advocarse de las Almas, que
espanta a los tibios. Que conforta a los dolidos. Que hace volver la cara a los
insensibles. Que muestra el sacrificio.
El Cristo maltrecho al que duele mirar, reflejo exacto de la sindone de Turín.
El Cristo del cuerpo maltratado que repudian horrorizados quienes no se atreven
a mirarle el rostro. Cuerpo de Cristo
que nos redime, Sangre de Cristo que nos embriaga, y agua de su costado que nos
lavará el alma a poco que la desnudemos de prejuicios y reservas en la
contemplación del Cristo de la Universidad.
Como en la oración de San Ignacio de Loyola, la
pasión dolorida del Cristo universitario nos confortará, y nos refugiaremos
escondidos en sus llagas, conmovidos con su sobrio caminar por las calles de la
ciudad. Desplomado. Aparentemente vencido. La muerte que vence a la propia
muerte. Mors mortem superávit.
Y, tras él, María. Primer titular que tuvo la
hermandad. Bellísima imagen de nuestra Señora, bellísima hasta el punto que su
enlutado y monjil atuendo no logra ocultarla, contemplará el puñal y recordará.
Recordará cuando, como indica su advocación,
presentó al templo, siendo un niño, al maltrecho crucificado que le precede. Y comprenderá que
éste es el inmenso dolor que le profetizó Simeón. Y obediente como siempre al
mandato de Dios, peregrinará tras su hijo con un pesar mayor que la espada que
le atravesará el corazón.
Y esa noche de jueves de pasión, ambos lo llenarán
todo. Ella, con su inmenso dolor y su profunda belleza aun desprovista de todo
ornato. Su hijo de divino rostro maltratado hasta el extremo, con sus innumerables
heridas, su nariz rota y su cabeza cruelmente lacerada.
Y serán, Dios mismo hecho hombre y muerto por
nosotros, y su bendita madre de la presentación, la única verdad en esa noche.
Lo único importante en su recorrido por el
dédalo de calles de su antiguo barrio de la judería buscando la catedral. Y el
resto, a su lado, será, seremos, una minucia.
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