miércoles, 18 de diciembre de 2013

Simbología, liturgia y tradición en los colores de las túnicas de Cristo.

Publicado en el boletín cuaresmal de la Hermandad de la Paz y Esperanza




Simbología, liturgia y tradición en los colores de las túnicas de Cristo.

Las cofradías no reflejamos con absoluta fidelidad los detalles de la pasión y muerte de nuestro Señor, sino que la recreamos buscando destacar algún momento o significado concreto. Ni Jesús portaba túnica bordada en oro fino cuando cargó con el patibulum, ni su bendita madre vestía lujosas sayas y mantos, ni mucho menos se tocaba con corona, del mismo modo que los soldados romanos no llevaban para estos menesteres airosos plumeros juanmanuelinos en sus cascos, aunque nosotros los mostremos a menudo así buscando en ello un bello símbolo, a la par que una ofrenda y un concepto estético determinado.
Pese a ello, o precisamente por ello, no debemos omitir un sentido catequético en todo lo que los cofrades hacemos a mayor gloria de Dios. En cofradías todo debe tener un sentido y un por qué. Y en esta línea, al hilo del esperado estreno de una nueva túnica para Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, me gustaría aprovechar la generosidad de la hermandad de la Paz al brindarme este espacio para esbozar un somero repaso a los colores más habituales en las túnicas de Cristo.



Ateniéndonos a los colores litúrgicos, es sabido que cada uno de ellos tiene su día y su simbología específica. Así, por ejemplo, el verde, color que habitualmente sintetiza la virtud de la esperanza, el renacer y la juventud (por eso se asocia al apóstol Juan), es también el color habitual en cofradías de la Vera Cruz, simbolizando el árbol de la vida. Se utiliza en la iglesia Católica en el tiempo ordinario. No siendo habitual el verde en túnicas de Cristo, existe sin embargo algún antecedente como Nuestro Padre Jesús de la Esperanza en el puente Cedrón, de Sevilla, que usa este color debido a su advocación.

El azul no era, en su origen, un color litúrgico, por lo que no aparece en el misal romano, llegando incluso a prohibirse en su día por la  Congregación de Ritos. Se empleaba para simbolizar la inmaculada concepción de la Virgen María. No obstante la iglesia española, por su defensa del dogma inmaculista, obtuvo el privilegio de su uso para dicha festividad, privilegio que se extendió posteriormente a Hispanoamérica y a la totalidad de la orden franciscana. Es por tanto un color eminentemente mariano. Sin embargo, pueden verse algunas imágenes cristíferas vestidas con ese color, como el Señor de los Afligidos, de San Fernando (Cádiz), o, combinado con otros tonos, el mantolín de Ntro. P. Jesús en su Entrada Triunfal de Sevilla. Tienen también túnicas azules, aunque de color matizado que podría interpretarse como variaciones del morado, las sevillanas cofradías de los Panaderos y de las Penas de San Vicente, aunque últimamente las utilizan poco. También se usa el azul para simbolizar la eternidad, la piedad, y, en alguna localidad, como Sevilla, la virtud de la Caridad.


El rosa es también infrecuente, aunque es un color litúrgico. Se utiliza los domingos de Gaudete (tercero de Adviento) y Laetare (cuarto de Cuaresma). Simboliza alegría, por lo que no es infrecuente encontrarlo en sayas marianas, especialmente en advocaciones gloriosas. No es un color habitual en túnicas de Cristo, salvo, puntualmente, alguna imagen del Sagrado Corazón.

El negro es la ausencia de color. Fue en tiempos color litúrgico relacionado con el luto y el duelo. Por su sensación de vacío, aparentemente opuesta con el concepto de resurrección, está hoy en día desplazado de la liturgia ordinaria por el morado, si bien no puede hablarse con exactitud de color no litúrgico. Su uso es facultativo para exequias y misas de difuntos, aunque poco aconsejado. El movimiento cofrade es hoy un refugio del negro en la liturgia, pues lo empleamos en banderas, insignias y túnicas, destacando el carácter fúnebre del cortejo. Hoy en día no es habitual encontrar imágenes de Nuestro Señor vestidas de negro,  aunque en otros tiempos fue algo más frecuente.


De forma excepcional, la liturgia permite también el uso del dorado para solemnizar grandes fiestas no luctuosas. Así, no es infrecuente encontrar el dorado en celebraciones de la resurrección, como símbolo de triunfo. Dorados son por ello, en ocasiones, si bien más frecuentemente de talla que de tela, los sudarios de algunos resucitados y las túnicas de numerosas imágenes del Corazón de Jesús. Dorado viste también en la festividad de Cristo Rey la imagen de la Entrada Triunfal de Chiclana, y puntualmente lo ha hecho en cultos la  sevillana de la Oración en el Huerto. Incluso imágenes de nazarenos, como el de la Palma del Condado, se presentan sobre el paso en este simbólico color. Como último y poderoso ejemplo, la originaria túnica persa que Juan Manuel Rodríguez Ojeda bordó para el Gran Poder tenía como soporte el tisú dorado, si bien al año siguiente a su estreno la cofradía decidió pasarla al terciopelo color corinto con que hoy la conocemos.
El blanco se usa en la liturgia para el tiempo pascual y navideño, así como para las fiestas de santos no martirizados. Como color eucarístico se emplea el Jueves Santo, y también en misas de sufragio por fallecimientos infantiles.
El blanco es el color comúnmente asociado a la paz, pareciendo ésta la razón más probable por la que el señor de Humildad y Paciencia suele portarla. Pero sobre todo, en la Iglesia, es símbolo de pureza. De limpieza. De santidad. Ya en el Apocalipsis (7, 2-4. 9-24) se cita este color para los ciento cuarenta y cuatro mil santos, indicando que visten así porque han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Es por ello que es frecuente encontrar túnicas blancas para imágenes del Señor, tanto en escenas de tribunal como nazarenos, representando esa pureza y santidad, hasta el punto que resultaría prolijo citar ejemplos.



No obstante, el color blanco alcanza un sentido especial en las representaciones de Jesús situadas cronológicamente entre su presentación a Herodes y su coronación de espinas. Adquiere aquí un sentido de burla, representando las mofas y ofensas recibidas por nuestro Salvador,  ya que, como indica el evangelista Lucas (23:11)  << Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato>>. La traducción actual de este pasaje no refleja la necesidad de que la túnica fuese blanca, limitándose a citar su magnificencia. No obstante el blanco era el color usado para significar a los locos, y  Herodes buscaba la burla y el escarnio de Jesús tratándolo como tal, lo que bastaría para presuponer la blancura de esa túnica. El razonamiento adquiere toda su consistencia cuando contemplamos la traslación realizada por San Jerónimo en su célebre Biblia Vulgata: <<… et illusit indutum veste alba, et remisit ad Pilatum.>>. Por ello lo característico de las representaciones de esta escena es que Jesús suele vestir con ricas túnicas de este color. Así lo vemos en el sevillano misterio de San Juan de la Palma y en su homónimo cordobés del Cerro. Siendo estrictos con este uso simbólico del color blanco, el mismo no debería prolongarse más allá de la coronación de espinas, al existir la constancia evangélica de que en ese momento le vistieron con una túnica púrpura (Juan 19,2 <<Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura>>)
El rojo es tradicionalmente el color que representa el amor de Dios por sus hijos, como roja era su sangre derramada por nuestra salvación. Por ello las cofradías de carácter sacramental suelen usar cera de este color en sus tramos de Cristo, aunque el color eucarístico es, como hemos visto, el blanco. Amor es caridad, y por ello el rojo simboliza también esta virtud teologal en la mayoría del orbe católico. Es por excelencia el color de los mártires, y se usa en la liturgia para las fiestas dedicadas a ellos, además del Domingo de Ramos, Viernes Santo, Pentecostés, Exaltación de la Santa Cruz, fiestas del Espíritu Santo (por ello, también en ceremonias de confirmación) y fiestas de apóstoles.


Numerosas son las imágenes de Cristo que visten este color en diferentes variantes, entre las que alguna vez se ha incluido Ntro. P. Jesús de la Humildad y Paciencia.  En algún caso se hace siguiendo la explicación simbólica que antecede, como Ntro. P. Jesús de los Reyes en su Entrada Triunfal, o Ntro. P. Jesús de la Oración en el Huerto. En otras ocasiones, puede deberse a una interpretación del pasaje bíblico citado de la coronación de espinas, en el que se indica que en ese acto le vistieron un manto púrpura, hasta el momento en el que, llegados al Gólgota, le despojaron de sus vestiduras y las echaron a suertes, como reflejan las Escrituras.
Aunque el púrpura, en sentido estricto, es morado. Un morado de amplio espectro que puede ir desde el rojo subido, el corinto o el vino tinto (burdeos) al violeta. En la Edad Media el proceso se fabricación del tinte púrpura, que procedía desde la antigüedad de la concha de un molusco de igual nombre, se desvirtuó aproximándose más al rojo. Además, en la Iglesia Católica tendemos a identificar el color púrpura con el rojo debido al color característico de los cardenales (purpurados), y nos referimos a ellos como revestidos de púrpura, aludiendo a su dignidad más que al color en un sentido estricto. Es por ello que al colocarle a nuestros eccehomos una clámide roja buscamos una identificación plena con el momento representado, pero ésta sería igualmente válida y quizás más exacta si lo hiciéramos con una morada.


El morado, en la liturgia, es el color penitencial por excelencia, hasta el punto de que es el usado precisamente al administrar el sacramento de la reconciliación o penitencia. Se usa en Adviento y en Cuaresma, además de en las exequias y responsos, en los que sustituyó, como vimos, al negro en su sentido fúnebre, y es un color íntimamente asociado a la semana santa y al movimiento cofrade, usándose con profusión en hábitos, túnicas, estandartes, palios, mantos y multitud de enseres. Aunque por ese carácter simbólico puede utilizarse en casi cualquier imagen, muestra toda  su fuerza cuando se asocia a representaciones que situamos en los momentos citados. En el lapso de tiempo que medió entre la coronación de espinas y los instantes previos a la crucifixión. Es por ello  el color característico de las imágenes de Jesús Nazareno cargando con la Cruz, o en los instantes más inmediatos a éste.

Cualquiera de los colores citados puede usarse para una imagen de Cristo. Todos ellos son litúrgicos y tienen una base simbólica en su utilización. Según busquemos destacar algún aspecto concreto del Divino Salvador utilizaremos uno u otro. Pero parece evidente a tenor de lo explicado que, en el momento que representa el impresionante misterio de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, el más acertado desde un punto de vista histórico y catequético sería el púrpura, es decir, el morado en cualquiera de sus variantes. 

lunes, 16 de diciembre de 2013

Glorias entre la penitencia

 Publicado en Córdoba Cofrade especial Glorias 2013



GLORIAS ENTRE LA PENITENCIA

Las cofradías penitenciales, lejos de encerrarse exclusivamente en la meditación de la pasión de Nuestro Señor y los dolores de María Santísima,  con frecuencia se relacionan estrechamente con las devociones gloriosas de su entorno. A veces por tener también ese carácter en alguno de sus titulares. En otras ocasiones por proximidad o por diversas razones de afinidad. Esa relación estrecha se reflejará en algunos cortejos penitenciales de forma directa y evidente, mientras que en otras ocasiones requerirá una observación algo más atenta.
Así, veremos, por ejemplo, integrado en el cuerpo de nazarenos de la cofradía de Pasión, el estandarte de la Virgen del Tránsito. Las dos devociones del viejo barrio de San Basilio han compartido desde su reorganización o fundación más circunstancias que la simple vecindad. La colaboración mutua y el alto número de hermanos compartidos ha estrechado siempre los lazos de ambas corporaciones, hasta el punto de que, cuando el Señor de la Pasión presidió el viacrucis de las cofradías, lo hizo sobre el paso de la dulce “Virgen de Acá”.
De forma parecida, un nazareno de la Paz sostiene el estandarte del redil eucarístico de la Divina Pastora. La gran devoción de los capuchinos, extendida por toda Andalucía, se materializa así en el blanco cortejo reforzando los lazos de devoción, afinidad y vecindad. No será éste el único guiño que la corporación del Miércoles Santo hace a devociones gloriosas. El techo de su flamante palio muestra al custodio de la ciudad, el arcángel Rafael, en talla, oro y sedas. A su vez, en la calle de su candelería, una pequeña imagen de la Virgen del Rocío refuerza la unión entre la cofradía penitencial y la hermandad romera. También  María santísima de la Palma, de la hermandad de la Entrada Triunfal, muestra en su frontal otra reproducción en orfebrería de la Virgen del Rocío.
La devoción almonteña se encuentra muy extendida en Córdoba, si bien no es la que cuenta con más representaciones entre las penitenciales. Este honor corresponde, -y casi no podría ser de otro modo-, a San Rafael, al que podemos ver, además de en el citado techo de palio de la Paz, en la peana de la reina de los Ángeles, una gran obra de orfebrería y marfil.  Encontramos de nuevo al protector de los cordobeses en las calles de la candelería de la virgen del Buen Fin y en la de Ntra. Sra. de los Dolores, si bien alguna vez la Virgen servita ha llevado una cruz de plata en lugar del custodio. También está presente en el paso de la Soledad, y en sitio preeminente, en el paso de Ntra. Sra. de las Angustias. Otro San Rafael, como los últimos citados, en madera estofada y policromada, presidía el frontal del antiguo paso de Jesús Nazareno, aunque no encontró un lugar en el extraordinario canasto caoba realizado por Valverde.
Especialmente representados se encuentran también los mártires de Córdoba. El excepcional palio de la Reina de los Mártires cuenta con un relicario en su calle, réplica del que ocupa la barroca capilla sacramental de San Pedro. Por su parte, la hermandad de la Misericordia, fusionada con la de los Mártires,  porta una urna muy similar en el paso del Señor. Mas no se reduce a esas urnas toda la representación martirial  de estas cofradías, ya que la basilical procesiona también un relicario de mano, y el palio de la Buena Muerte está plagado de representaciones martiriales, desde las palmas que salpican manto y palio hasta la orfebrería de los respiraderos, además de unas pequeñas  imágenes de Acisclo y Victoria en el llamador. También el Resucitado, en su antiguo paso, tuvo imágenes de los mártires patronos de la ciudad. Aunque el nuevo no los lleva, las anteriores esculturas se conservan en la casa de hermandad.
De nuevo, la calle de la candelería de Ntra. Sra. del Mayor Dolor sirve a la hermandad del Caído para representar su devoción a la recientemente coronada Virgen del Carmen y su unión con la casa carmelitana que le sirve de sede. Esta buena vecindad con la archicofradía del Carmen es más evidente aún al incluir en su cortejo el estandarte del Niño Jesús de Praga. Por su parte, la cordobesa devoción a la Virgen de la Fuensanta se ve representada en la hornacina central del paso de la bellísima Virgen de las Angustias.
El beato que trajo el via crucis a Europa, Álvaro de Córdoba, está representado en una cartela del luminoso canasto de la Cena, por tener la hermandad su sede en la parroquia a él dedicada. Por su parte, la capilla central de los respiraderos de la Virgen de la Piedad cobijan una miniatura de la Purísima Concepción de Linares, señalando la relación de hermanamiento de ambas cofradías. Con toda lógica en una agrupación salesiana, la gloria de su palio, pintada por Martínez Cerrillo, es una representación de María Auxiliadora, reina coronada del santuario en que tiene su sede la corporación, que además incluye en su cortejo una insignia dedicada a San Juan Bosco, cotitular del Prendimiento.

La hermandad de la Sentencia muestra de dos hermosas maneras a su cotitular de gloria, la virgen de la Alegría. Aparece representada en la gloria de su magnífico techo de palio, escoltada por ángeles como corresponde a su representación mural más antigua. A su vez aparece de nuevo, pintada por Luis López de Pereda en el medallón central de su nuevo simpecado, una más que interesante pieza dieciochesca recientemente rescatada y restaurada a mayor gloria de María Santísima.

jueves, 12 de diciembre de 2013

XIV Exaltación a Ntra. Sra. del Carmen Coronada











Tu y yo solos, ¿Recuerdas, mi Señora?
La tarde de un verano declinante
Entre dudas buscaba en tu semblante
La luz de esa mirada embriagadora.

¿Cómo negar mi miedo en esa hora?
¿Cómo acercar, aunque fuese un instante
Mi pabilo tembloso, titilante,
Donde luce la llama cegadora?

Si nada soy, ¿Cómo podría cantarte?
A ti que te cantaron los mejores
A ti, que te ofrecieron todo el arte

Como ofrendan las rosas sus olores
…Abriré el corazón para contarte
Señora, como pueda, mis amores.

Curia de la Provincia del Santo Ángel Custodio de los Carmelitas Descalzos. Prior y comunidad Carmelitana del convento de San José de Córdoba. Junta de Gobierno y hermanos de la Archicofradía de Nuestra Señora del Carmen Coronada y del Milagroso Niño Jesús de Praga. Dignísimas autoridades civiles. Miembros de la Agrupación de Cofradías. Cofrades, devotos todos de la Virgen del Carmen, y en definitiva,  sobre todas las cosas, hermanos míos en Cristo y en la Fe:

Me confieso agradecido y emocionado por las cariñosas palabras del presentador, el Muy Ilustre Señor José Juan Jiménez Güeto. Mi pastor, mi padre espiritual, mi hermano, mi amigo. Llevado por el afecto ha sobrevalorado sin duda mi capacidad, multiplicando los escasos méritos de este exaltador. Gracias, José Juan, por estar siempre ahí.

Me confieso igualmente abrumado por la enorme responsabilidad de exaltar a Nuestra Bendita Madre. Muy especialmente por hacerlo ante vosotros, hermanos de la Archicofradía, que transmitís a cuanto os rodea el intenso amor que sentís por la Virgen María. Sois vosotros, portadores de su escapulario, los que eleváis al cielo una oración continua con vuestra hermosa labor. Son vuestros corazones los que cada día exaltan a la Reina del Carmelo. Son vuestros hombros sobre los que descansa la enorme devoción cordobesa a la sin par Virgen del Carmen. Son vuestros ojos, permanentemente vueltos hacia la Santísima Madre de Dios, el espejo que refleja vuestra pasión.



I

Del mismo modo que la nube de Elías nació del mar tan pequeña como una mano, y creció hasta convertirse en un fértil diluvio que puso fin al hambre de Israel, así se ha extendido la devoción a la Inmaculada Madre de Dios del Carmelo por los confines de la tierra. ¿Quién no tiene en su círculo más cercano el bendito nombre? ¿Qué localidad no celebra de manera especial ese maravilloso día de julio, en el que la Virgen entregó a Simón Stock su escapulario? ¿Quién no siente, en estos días inciertos, y llenos de tribulaciones y miedos, el deseo inmediato de cobijarse bajo la amparadora capa blanca de la Virgen?

Esa intensa lluvia carmelita, de amor profundo a María, mediadora de todas las gracias y protectora de sus hijos, caló especialmente en la fértil tierra cordobesa, e hizo germinar la semilla de la devoción a la Virgen del Carmen. Por primera vez lo hiciera para los Descalzos, nada menos que San Juan de la Cruz, en la iglesia de San Roque. Y allí sería salvado milagrosamente de la caída de un muro por la Dulce Dama de la Capa Blanca. Todavía hoy, cuando el miércoles santo Jesús sale a las calles para perdonar la ofensa del siervo de Anás, -y con él a todos los que de una u otra manera le abofeteamos en la actualidad-, lo hace bajo el escudo estrellado del Carmelo.


De la Antigua Observancia, en Puerta Nueva se impregnó el Santo Sepulcro de su sello. En su recuerdo, reliquias de santos carmelitas salpican el Viernes Santo, entre incienso, cera y azahar, el frontal del magnífico palio del Desconsuelo.




En Santa Ana, las hijas espirituales de Teresa se arrodillan con humilde recogimiento cada día del Corpus Christi al paso de Su Divina Majestad. Es Dios mismo quien verdaderamente presente recorre las calles de Córdoba, deteniéndose en la hermosa portada, ante un bello altar presidido por la Madre del Carmen, que sus hijos de esta archicofradía preparan con esmero y alegría.

Y es, finalmente, en este convento de San José, en esta iglesia, puro barroco desbordante de belleza, y en su inmediato colegio, donde alcanza su cenit la inmensa devoción de la ciudad a su madre protectora. Es este templo el faro que irradia la luz del amor a la Virgen del Carmen.


Su cuesta se hace oración.
Su cancel puerto seguro
Donde amarra el corazón
Que anhela la redención
Navegando en mar oscuro.

De las perlas más hermosas
San Cayetano es joyero
Que custodia entre las rosas
Las más bellas dolorosas
Y al Cristo de los Toreros.

Entre estuco y yesería,
Un ángel señala al Cielo,
Y el que fuera oscuro día
Torna a luz y alegoría,
Emperatriz del Carmelo.

Córdoba te está esperando
Y reza con alegría:
¡Dios te salve, Madre mía!
Y las flores van brotando
Por donde pasas, María.




II

«De pie a tu derecha está la Reina, enjoyada con oro de Ofir».
¿No os parece escucharlo? ¿No resuena todavía en vuestros oídos, como lo hará siempre en nuestros corazones? Es el eco de miles de voces entonando el Salmo 44 en la Santa Iglesia Catedral, el dulce día de la coronación canónica. El poema nupcial, tan habitual de la gloriosa festividad de la Asunción de María, adquiere en este templo una dimensión extraordinaria. Es en esta casa donde entronca especialmente con el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, en el que se buscan dos amados, Dios y nuestra alma.  Es aquí donde está, en efecto, enjoyada como corresponde a su majestad, la verdadera reina de nuestros corazones.

De pie a tu derecha está la Reina, enjoyada con oro. Así reza, entre auríferos ángeles, la elegante filacteria de esa obra maestra de diseño y ejecución que ofrendasteis a la Madre, en el día en que Córdoba pregonó a los cuatro vientos su majestad. Y así se muestra a cada instante. Lejos de cómo la describiera Ramírez de Arellano, presa de unas rejas de madera, se nos descubre hoy María  desbordante de arte y de belleza. Arte y belleza que son caminos hacia Dios, en palabras del gran estudioso de Teresa y Juan de la Cruz, el inminente santo Juan Pablo II.


Camino hacia Dios es, por tanto, todo cuanto rodea a Nuestra Señora.  Camino histórico hacia Dios son sus elegantes hábitos antiguos, derroche de clasicismo, y  también lo es el estrenado para la coronación, fruto en gran parte de vuestras propias manos, y prodigio desbordante de hilos de oro. Camino blanco hacia Dios es su hermosa capa renacentista, que pregona a los cuatro vientos su carácter de cordobesa y carmelita. Camino de asombro hacia Dios es la rocalla de su palio, donde las aves del paraíso vuelan entre simbolismo de oro y sedas. Camino argénteo hacia Dios es la plata refulgente de su peana, que nos traslada a la mujer apocalíptica, vestida de sol, con la luna a sus pies, y coronada de estrellas. Camino directo hacia Dios son los ángeles tenantes que portan el bendito escapulario en las esquinas de su paso. Camino de ejemplo hacia Dios es la catequesis plástica de sus respiraderos, reflejo de la santidad fecunda del Carmelo.


Caminos hacia Dios, que vosotros, hijos del Carmen, habéis ofrendado a lo largo de los siglos a la Santísima Virgen. Con sacrificio, con alegría, con el inmenso amor con que un hijo ofrece a su madre un presente, y con el exquisito cuidado y delicadeza que merece todo lo relacionado con la Bendita Madre del Salvador.
Mas no sólo le disteis caminos visibles. Otros caminos intangibles hacia Dios, en forma de arte inmaterial, se han ofrecido a la sublime Reina del Carmen. Como la amorosa obra de mis antecesores en este  mismo atril, y la de tantos poetas que a lo largo del tiempo le cantaron. Religiosos y laicos que han volcado en unos folios su amor por la Virgen del Carmen.



 O como el ingente patrimonio musical que la archicofradía atesora, fruto de la entrega de prestigiosos compositores, que merece ser considerado entre lo más granado de la música procesional o religiosa de esta ciudad.

Comenzando, como no puede ser de otro modo, por el himno a la Virgen del Carmen, que reúne en una misma obra a dos maestros,  Bedmar y Salcedo. Sus armoniosos sones y delicada letra conforman una parte de la historia y tradición de la archicofradía, y refleja el apasionado amor de sus hermanos en cada nota.

O la marcha de Gámez Varo, “Coronación en San Cayetano”, capaz de aunar la corrección académica con el carácter alegre y triunfal del cortejo carmelita.

O la personalísima composición que, de nuevo, don Luis Bedmar, le compusiera para su coronación, en la que el prestigioso músico se ofrece en su máxima pureza.

O la obra dedicada por el maestro montoreño José Ramón Rico, que refleja fielmente los últimos tiempos de la hermandad, desde su renacer hasta la coronación, y transmite en cada nota la emoción contenida de sus hermanos.

 O el poema sinfónico “Regina Decor Carmeli”, una obra íntima, personal y diferente de Francisco Jesús Flores Matute en la que se entabla un armonioso y fluido diálogo entre Madre e hijo, con una recogida oración susurrada entre el triunfal tumulto de aclamaciones que la proclaman Reina.

O la composición emotiva y cercana de Rafael Wals Dantas, hermano de esta corporación, que recoge las miradas humedecidas de ancianas vecinas de Santa Marina al ver, de nuevo, pasar por su barrio a la Reina de sus corazones. Una pieza que nos muestra a la Virgen como Estrella de los Mares mediante una recreación de la salve marinera, y destaca su realeza a través de unos acordes de la Marcha Real.

Constituyen estas joyas del arte inmaterial, estos otros caminos que conducen hacia Dios por medio de la belleza, un ramo de preciosas flores musicales ofrendado a la Santísima Virgen del Carmen, del que los hermanos de la archicofradía pueden sentirse legítimamente orgullosos.


Pero hay más caminos hacia Dios en torno a la devoción a la Virgen del Carmen. Hay un camino especialmente hermoso. Especialmente necesario en estos tiempos. La joya invisible  de la extraordinaria presea que corona las sienes de la reina del Carmelo, y que sin embargo, está forjada por el oro de mejor ley: La intensa relación de la Archicofradía del Carmen con la Asociación Española Contra el Cáncer, colaborando a sufragar los gastos de los pisos que acogen a los familiares de los niños en tratamiento. La colaboración activa y participativa con el Banco de Alimentos. La ayuda al necesitado más lejano, como la empleada en el sostenimiento del Jardín del Ángel de la Guarda, la Escuelita del Niño Jesús de Praga, y su comedor infantil, en la provincia argentina de Tucumán. Y la más cercana y desconocida: La del hermano anónimo que necesita hoy ver tendida la mano amiga de su hermandad.
Ese camino hacia Dios, el de la práctica de la virtud teologal más hermosa y perdurable,  es el mejor oro que, como el del orífice pueblo bíblico de Ofir,  enjoya a la verdadera Reina que preside este templo y nuestras vidas. Es parte del oro que la Madre del Carmen dejará caer en la balanza cuando,  como sabéis mejor que nadie los hijos de Juan de la Cruz, al atardecer nos examinen en el Amor.


III




Mas, algo nos hace especiales a los cofrades. Algo nos diferencia especialmente de cualquier otra asociación pública de fieles de nuestra Iglesia. Rendimos culto a una imagen, como representación de Jesús y de su bendita Madre, pero lejos de guardárnosla para nosotros, llevamos a la calle ese culto, en pública protestación de fe, para con ello evangelizar la almas, conmoviendo a través de la belleza, del dolor pasionista, o de la dulzura maternal de las glorias, los corazones de cuantos la ven pasar.

En su rosario otoñal, la bendita Madre del Carmen se nos muestra especialmente íntima.  Conmovedora en su sublime hermosura. Consoladoramente cercana. Así quizás, la encontrara su primer pregonero. Su genuino exaltador, San Simón Stock, a quien le fue confiada la difusión de la más auténtica devoción carmelitana. La sagrada vestimenta que abría una nueva ayuda en el  camino de salvación que todo hombre recorre desde que nace.  Aquel hábito carmelita que se redujo con el tiempo y la costumbre hasta caber en la palma de la mano. Pequeño trozo de lienzo, el escapulario, que quedó prendido para siempre a la altura del corazón de todos los hijos del Carmelo.

Camina ese día entre rezos, humilde en su majestad, recogida entre avemarías, sin la excelsa arquitectura de su regio paso de palio. Sin la plenitud de la ofrenda luminosa de su candelería.  Sencillamente exornada. Camina con el Divino Salvador en sus brazos por la ciudad que ora entregada. Recordándonos, más quizás que nunca, su intercesión bienaventurada como abogada nuestra. Su labor corredentora como mediadora de la Divina Misericordia. El extraordinario regalo de su escapulario y su generosa promesa de salvación de las almas purgantes.


¡Qué diferente!, ¡pero también que innegablemente hermosa, es esta salida otoñal del rosario vespertino de la flor del Carmelo Coronada! ¡Qué distinto al glorioso día de julio, en el que la realeza y majestad de la Virgen del Carmen desborda la ciudad derramándose por sus calles, para  inundarlas de esperanza! El día en que toda España proclama su devoción por María. El día en que la rosa de los vientos, que señala siempre nuestro norte en ese mar incierto que es la vida, surca el océano de almas de su ciudad rendida. Ese día, en el que en este Monte Carmelo cordobés que es San Cayetano, se convierte en fecundo puerto del que parte la nave más hermosa. La que lleva como timonel a la Madre de dios.

“Si quieres poseer a Cristo, jamás lo busques sin la Cruz” dijo Juan,  el sublime doctor carmelita. Y Como siempre en cofradías, todo comenzará en la Cruz. En uno de los más bellos simbolismos de las hermandades, -del que los cofrades, quizás acostumbrados, somos menos conscientes-, siempre será la bendita Cruz la que guie nuestro camino. Siempre será el ejemplo de Jesús el que nos invitará a caminar. El que nos hará tomar nuestra particular cruz  y seguirlo. En este caso será la hermosa cruz alzada, de estilo rococó, cargada de rocallas, espejos y estrellas, la que guiará el glorioso cortejo que sale a las calles a proclamar la realeza de María, y a reconfortar cada rincón de la ciudad con su mensaje de salvación.

Cotitular de esta archicofradía, otra de las grandes devociones carmelitas, y por ello de las grandes devociones mundiales, estará representada en el guión. El estandarte del Milagroso Niño Jesús de Praga proclamará la necesidad de honrar a Jesús, y prometerá sin dobleces  el premio de su bendición.
Y Teresa de Jesús. La santa exigente, azote de la indolencia. La santa de la oración. La santa de la entrega en cuerpo y alma a Cristo. La santa emprendedora. La santa humilde que encontraba a Dios entre pucheros y fogones. La santa perseguida, acosada y denunciada por sus detractores. Teresa estará siempre cerca de Jesús y de María, y los acompañará, portada con cariño y devoción, elegantemente exornada y con un exquisito hábito, en su caminar por las calles de Córdoba.

Como recuerdo del extraordinario día de mayo de su ejemplar coronación, en el que la Catedral y las calles de la ciudad, se llenaron de devoción y amor a la Virgen del Carmen, un originalísimo guión alzado, con una bella imagen de la Virgen, plena de barroquismo, formará en el cortejo para orgullo legítimo de la cofradía.
Siglos antes de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María, ya las hermandades, junto a varias órdenes, hicieron suya esa bandera. Los hermanos de una cofradía han portado siempre con decisión y orgullo, estos símbolos de la pureza virginal de nuestra Madre. No uno sino dos, ostenta esta corporación. Elegante en su sencillez el antiguo. Hermoso y cargado de simbolismo el actual, en el que el medallón central representa a la Virgen entregando el escapulario a las ánimas del purgatorio.

Y sobre todas las cosas, Ella. La más dulce. La más hermosa. La más pura. Con Dios mismo hecho hombre, -hecho niño, divino infante-, en sus brazos. Primorosamente vestida, reinando sobre miles de fieles desde su regio y soberbio trono, catequesis hecha arte.
Sale la Reina Carmelita a una cuesta rebosante, como si de un Jueves Santo de plenitud se tratara. Recorrerá viejas calles que la recuerdan de siempre. Como su más preciada vecina. Hará brotar a su paso la oración, y las lágrimas de alegría de quienes por un tiempo aciago dejaron de verla. 

Quizás navegue su nave por el monumental recorrido junto a la torre albarrana y los esplendorosos jardines, buscando  la recoleta plaza de canto y cal, presidida por el imponente crucificado pétreo, y donde reina la gran devoción dolorosa. O quizás la barca de la fe ponga rumbo a la vieja Córdoba de barrio, de casas bajas de Piedra Escrita y Moriscos, o suntuosos patios palaciegos enrejados. Sea como fuere, buscará el Colodro, hogar de los primeros cordobeses que dieron con su sangre testimonio de su fe. Y Santa Marina, cuna de sus antiguos devotos. La parroquia y el barrio que tanto la quiere, y la espera luciendo sus mejores galas. Y pasará cerca del monumento dedicado    a un hijo enamorado de San Cayetano y del Carmen, que portaba el bendito escapulario, y una estampa del Caído, en Linares, el día en que Islero segó su vida.




Regresará de noche, en el momento en que más bello es un paso de palio. Cuando la fuerza de los costaleros ha sido domada en incontables levantás. Cuando la cera se muestra llorosa y cansada, y ha derramado sobre los candeleros su esencia de luz y fe, ofrendada a María. Cuando la corneta torna sus triunfales notas en suave melodía. Encarando, en penúltima chicotá, de nuevo la portada de San Cayetano. Muy despacio. Queriendo prolongar la gloria. Queriendo que no suene nunca la última orden de su Capataz.

En la noche de verano
Quien del cielo al paso franco
Fue la llave
Regresa a San Cayetano
En un palio argénteo y blanco
Hecho nave.

Ante el barrio que la aclama
Como Reina coronada
Más sublime
Por el Colodro derrama
La gracia de su mirada
Que redime.

Mecida con elegancia
Por los ángeles del cielo
En buena hora
Va derrochando fragancia
¡Bendita flor del Carmelo
Sanadora!

La bambalina acaricia
El varal de plata, y reza
Su elegía
Proclamando así la albricia:
¡Bendita sea tu pureza,
Madre mía!






Ahí quedó esta humilde chicotá
para Ntra. Sra. del Carmen.






A la memoria de mi padre, portador del escapulario, devoto de Jesús Caído y  Hermano de los Dolores, que me inscribió como hermano de la cofradía servita antes incluso de bautizarme, y  me llevó de la mano por vez primera, -él de nazareno, yo de esclavina-, a San Jacinto. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

De altares de cultos preconciliares

 Publicado en Córdoba Cofrade especial Cuaresma 2013


ANECDOTARIO ILUSTRADO

Los cofrades celebramos  a mayor gloria de Dios y de su Bendita Madre la Virgen María actos de culto como  quinarios, triduos, septenarios, novenas, funciones principales, besamanos, besapiés, fiestas de regla o de fundación, y lo hacemos  mediante la Eucaristía, escuchando la palabra de Dios y meditando sobre la misma, y exornando artísticamente el altar donde ubicamos a nuestros titulares.
 Asistimos en los últimos tiempos a un cierto renacer en el arte del montaje de altares de culto por parte de los priostes de nuestras cofradías. Si bien todavía en algunos templos el prioste sigue encontrándose con la incomprensión del párroco, rector o superior, que generalmente no es cofrade ni comprende el por qué de la parafernalia que rodea estos actos, no es menos cierto que últimamente hemos podido disfrutar de grandes altares, como los siempre magníficos que acostumbra a montar la hermandad del Sepulcro, los elegantes del Calvario y la Expiración, los tenebristas y simbólicos del Remedio de Ánimas, o el extraordinario que la hermandad de las Angustias instaló por el aniversario de su coronación canónica.
Sin embargo, como indicamos, se trata de un renacer tras un periodo de oscuridad que el movimiento cofrade vivió derivado probablemente de una errónea interpretación de los preceptos y consejos emanados tras el concilio Vaticano II. Conviene recordar que antes de la reforma litúrgica conciliar, el celebrante se situaba de espaldas a los fieles, ante el altar que la cofradía había montado, y no se celebraba eucaristía por las tardes, sino sólo por la mañana, con un ayuno que se guardaba desde la noche anterior.  Los cultos vespertinos constaban de exposición y reserva del santísimo, rezo del rosario, lectura y sermón, totalmente separados de la misa de la mañana. Para fomentar la piadosa asistencia a estos actos las cofradías, además de engalanar especialmente el altar, invitaban a los oradores sagrados más reconocidos.
Tras el concilio, ya integrados los cultos cofrades en una de las misas de la tarde del templo, era frecuente encontrar la imagen objeto de culto situada en un lateral de escasa visibilidad, flanqueada por dos o cuatro cirios y un centro floral. Hoy, superada esa etapa, es cada vez mayor el número de cofradías que consiguen el plácet del templo para instalar sus montajes en el altar mayor, y lo completan con la ofrenda simbólica de numerosos candeleros de cera pura, flor artísticamente dispuesta, doseles que destacan la imagen titular, y a veces, como recuerdo de los viejos altares “ad orientem”, sacras, relicarios, credencias y demandas.
En la época de posguerra, fruto quizás del resurgir de nuevas cofradías, los altares de culto alcanzaron una suntuosidad notablemente superior al posterior periodo postconciliar. Bien es cierto que con algunas circunstancias que resultarían hoy en día extrañas e improcedentes, como  el uso de grandes reflectores, o la iluminación eléctrica mezclada con la luz de cera, pero, en definitiva, grandes y cuidados altares, aun con la escasez generalizada en España en ese momento. Así, el catálogo de la exposición de fotografías y carteles de la Semana santa celebrada por la Agrupación con motivo de su cincuentenario, nos regala viejas fotos en sepia de magníficos altares de la Caridad (que hoy en día no realiza ningún montaje especial en sus cultos aparte del besapiés), Las Angustias en San Agustín, la Nazarena en San Lorenzo, a cargo del Calvario, el Caído, e incluso el modesto Cristo del Amor (1)

Archivo de la Hdad. de la Misericordia. Fotografia tomada de www.silencioblanco.org

Precisamente una de las cofradías recién nacidas en ese momento, la de la Misericordia, se caracterizaba entonces por un cuidado especial en los cultos. Tanto en la magnificencia de su montaje como en la elección del orador sagrado y en la debida promoción del evento. Del reciente (y más que recomendable) libro de su Cronista D. Antonio Varo Pineda (2) extractamos una curiosa anécdota relativa a los cultos de 1941.
Los cultos de la jovencísima cofradía eran ya seguidos con interés por toda Córdoba, ya que cada año se superaban en cuanto a suntuosidad estética y profundidad devocional. Conocedores de ello, los cofrades llevaban seis días preparando lo que iba a ser el mayor altar de cultos de que se tuviera noticia hasta la fecha, compuesto, según el libro de memorias de la cofradía  por …un conjunto de cirios y faroles con iluminación eléctrica, en número de trescientos, agrupados a manera de pirámide […] De fondo un dosel de damasco rojo de doce metros de altura coronado por bambalina y fleco de oro. (3)
Sin embargo, dos días antes del inicio del quinario, se notificó al hermano mayor que el templo de San Pedro presentaba problemas estructurales en su bóveda, por lo que se debía clausurar esa zona hasta su reparación. Con gran agilidad fruto de una cierta desesperación, a las siete de la tarde consiguieron la cesión de la Real Iglesia de San Pablo para celebrar su quinario, y en un par de días, aceleradamente, desmontaron lo hecho en la hoy basílica y reprodujeron en el templo claretiano el montaje antes descrito que en San Pedro les había costado seis jornadas. El pueblo de Córdoba respondió al gran esfuerzo y a la devoción de los hermanos de la Misericordia llenando al completo, según las crónicas de la época, el gran templo fernandino de San Pablo.

La segunda anécdota, velada por la primera, nos la desvela el propio Antonio Varo en su libro. La gran bambalina que llamó la atención de los espectadores y puede apreciarse en las fotos, había sido pintada por Díaz Peno sobre una pieza de tejido rojo, y el “fleco de oro” que reseñaba la memoria era en realidad… macarrones pintados con purpurina.
______________
(1)   Exposición de fotografías y carteles de la Semana Santa. (1994) Agrupación de Cofradías.
      (2) VARO PINEDA, A (2012).  Nazarenos Blancos (Dos etapas en la historia de la      hermandad de la Misericordia). Córdoba. Hermandad de la Misericordia.

(3) Libro de memorias. Hermandad de la Misericordia.

Alegría salesiana hacia la Catedral

Publicado en Córdoba Cofrade especial Cuaresma 2013

Fotografía tomada del perfil de facebook de la hermandad.


Alegría, sí. Alegría sin que por ello se renuncie a un solo ápice de sentido religioso. Un observador ajeno a la semana santa se sorprendería al contemplar como la penitencia puede ser alegre. Sin embargo, es el espíritu salesiano el que invade la estación penitencial de la hermandad del prendimiento. La radiante juventud del cortejo, la popular forma de andar de sus pasos, no es sino la aplicación de las palabras de san Juan Bosco (cuyas reliquias el pasado año visitaron el templo mayor de la diócesis sobre el paso de Nuestra señora de la Piedad). <<Tristeza y melancolía, fuera de la casa mía>>.
 Que nadie piense que esa alegría va de la mano de una falta de profundidad en la formación espiritual de la corporación. La hermandad salesiana es en eso ejemplar. Por ello, cuando el Divino Salvador es hecho preso sobre el nutrido y airoso misterio, cuando la soga le ciñe y los suyos le abandonan, los hermanos de la cofradía sonríen porque tienen ya noticia cierta de su triunfante resurrección para redimir a la humanidad. Y así caminará triunfal por las calles cordobesas  quien pudiéndolo todo se dejó prender. Y lo hará levantando los corazones de quienes presencien su paso. <<Aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres>>.
 Pero avanzará la cofradía con la clara idea de que su estación de penitencia es plena cuando alcanza los dorados muros de la Catedral. Es completa cuando adora a Jesús sacramentado en el templo mayor de la diócesis, sede de su pastor y símbolo de su unidad. Y para ella realizará un esfuerzo notable. Su colosal paso requiere calles mayores a las que suelen usar las cofradías en su acceso a la Catedral. Pero el prendimiento sacrificará con alegría horas y fuerza para la consecución de esa meta. <<La Eucaristía y la Virgen son las dos columnas que han de sostener nuestras vidas>>.

Como segunda columna del sueño de Don Bosco, el Auxilio de los Cristianos. La Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de la Piedad caminará en pos de su hijo en esa travesía de penitencia y triunfo. Lloverán las flores y las saetas a su paso, y será consolada en su dolor con la mejor ofrenda que los jóvenes cofrades salesianos pueden hacerle. Con la oración musitada bajo el cubrerrostro. Con cera pura, símbolo de fe, que florecerá rizada para ella. Con el homenaje exuberante de la flor. Con la poesía. Con la música. Con el andar suave de su cuadrilla. Con los corazones entregados de cuantos, el martes santo, tienen el privilegio de acompañar a la bella perla salesiana. <<María es nuestra guía, nuestra maestra, nuestra madre>>.

Texto en cursiva:  frases de San Juan Bosco.

Por el Alcázar vienen



Publicado en Córdoba Cofrade especial Cuaresma 2013







Por el Alcázar vienen, desde San Basilio, blancos y morados, los naza
renos de Pasión. Viene entero el viejo barrio amurallado. Barrio clásico, de casas encaladas y floridos patios. De balcones con reposteros y, hasta hace unas horas, túnicas planchadas sobre las camas.  Viene el barrio acompañando a su vecino más ilustre camino de la Catedral, por uno de los más bonitos recorridos que una cofradía puede realizar. Arco de Caballerizas Reales. Alcázar de los Reyes Cristianos, Palacio episcopal, Triunfo de San Rafael, fachada de la Catedral… sobre las doradas y nobles piedras de los monumentales edificios se recorta la sombra del dulce Nazareno de los hortelanos.
No le vence el peso de la Cruz que amorosamente abraza para nuestra redención. Como antaño hiciera con su brazo por las huertas de extramuros, va ahora repartiendo bendiciones con su mirada. Las simbólicas golondrinas del escudo de la corporación atenuarán el dolor de la corona de espinas. Sobre el calvario de su paso caoba, orgullo de la talla cordobesa, y rodeado de una nube de incienso, avanza con la elegancia de las cuadrillas viejas y un punto toreras.
Tras él, Bajo palio rojo símbolo de su advocación, María Santísima del Amor recorre la calle de la Amargura con el consuelo del más joven de los discípulos. El que nunca abandonó. Deslumbrará al espectador con el flamígero resplandor de una candelería numerosísima y metódicamente colocada. Bosque de olorosa cera pura. Toda ofrenda es poca para la madre de Dios. Toda luz empequeñece a su lado. No hay peso que doblegue a una delantera de palio cuando el corazón empuja hacia arriba.

A lo largo de todo el recorrido, pero especialmente de recogida, después de que en la Catedral cobre sentido pleno su estación de penitencia, lloverán de los balcones nubes de pétalos, y hondas saetas se clavarán desgarradoras en el corazón de quienes presencien el momento.  El Señor del Alcázar viejo vuelve a su casa. Despacito recorrerá el paso del Nazareno la calle Manríquez al son aflamencado de la agrupación musical. Siempre de frente. Siempre al son. No querrá la judería que se aleje de ella la Virgen del Amor. Parecerá incluso que estrecha sus calles queriendo retenerla. Más sus bambalinas sortearán con elegancia jazmines y farolas. No querrá su hermandad que termine la noche mágica. Santos Mártires, Arco de Caballerizas, y de nuevo, el barrio. Su barrio. 


DE PROFUNDIS CLAMAVI

 Publicado en Córdoba Cofrade especial cuaresma 2013



Fotografía de Victor Olivencia Castro

De profundis clamavi ad te, Domine. Desde lo profundo te llamo, Señor. Así comienza el conocido salmo fúnebre 129, y el motete que lo recoge musicalmente, que habla del alma que clama al Señor desde el abismo, implorando su perdón y confiando en su infinita Misericordia.

Profundidad teológica es la que ofrece la densa contundencia de la hermandad del Sepulcro. En la calle y en cada uno de sus actos, el Santo Sepulcro muestra la profundidad del sacrificio del Salvador. La profundidad infinita del dolor de su madre. La profunda convicción  en la inmaculada concepción de la Virgen María. La profunda confianza en la redención a través de la muerte y posterior resurrección del mismo Dios.

El Santo Sepulcro lo hace desde la profundidad de cada gesto. Desde la profundidad estética y litúrgica. Desde la profundidad cofrade. Desde su cruz guiona hasta la manigueta trasera del bellísimo palio, todo está metódica, profundamente estudiado para honrar a Jesús y a María en una plástica evangelización. En una meditación que llega a través de los sentidos y lleva inevitablemente al espectador a pensar en Dios. A Dios por la belleza. A Dios por el ejemplo.  A Dios por el cuidadoso estudio de cada detalle. A Dios por lo cofrade. A Dios por María. Sin estridencias. Sin distracciones. Recto hacia Dios por la puerta del Perdón.


El ejemplo del absoluto silencio y compostura de sus nazarenos de ruán y esparto. Su elegantísimo cortejo, con un juego de insignias de enorme mérito. La excepcional arquitectura del túmulo regio que cobija  la sagrada imagen de Jesús, donde cada pieza busca realzar su majestad. Su inspirado paso de palio, sagrada conversación de la Virgen María con San Juan y Santa María Magdalena en el que cada elemento, efímero o estructural, es un símbolo y una plegaria. La cuidada música, de capilla o coral, que no rompe la belleza del silencio, sino que profundiza en ella. Los singulares altares de cultos, realizados de verdad  Ad maiorem Dei gloriam.  El ejemplar recorrido de la cofradía, pionera en realizar estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral. Todo con un sentido. Todo para Dios y María. Todo para conmover el corazón del observador. Cada gesto, cada pieza, cada cirio, cada flor, es una silenciosa catequesis que la ejemplar hermandad del Santo Sepulcro presenta cada día del año en su templo, y el Viernes Santo a toda la ciudad de Córdoba.