Publicado en ABC el 30 de marzo de 2012
Foto ABC
El ritual de la cera
Cae la noche en Córdoba. Las últimas tiendas se cierran y los
vecinos del barrio van volviendo a sus hogares. Sin embargo, a la iglesia de San
Lorenzo va acercándose un goteo de
personas que discretamente golpea la
madera de sus puertas ya cerradas. La respuesta que reciben del interior del
templo es invariable: “Por atrás”.
Alfonso Lozano, miembro de la junta de gobierno de la
hermandad del Calvario, abre la puerta de la sacristía, y tras unos breves
saludos, en voz más bien baja en atención al lugar, los recién llegados se
distribuyen por el templo. Algunos se dirigen al portentoso paso del Nazareno
para ultimar sus detalles de cara a su estación de penitencia. El resto busca
el palio entre los pilares de la nave lateral. Sobre él está ya situada Nuestra
Señora del Mayor Dolor. Frente al paso, Fernando Morillo-Velarde Chiclana,
hermano de honor de la cofradía, se afana en la colocación de los últimos
candeleros de plata.
Los trabajos sobre la candelería del Mayor Dolor no han
comenzado hoy, en realidad. Se iniciaron hace varios meses, con una labor
previa de diseño, en la que Fernando Morillo-Velarde y Alfonso Lozano fueron ideando
la composición que pretenden realizar, plasmándola sobre un papel en forma de
esquema, en el que han apuntado la altura y el grosor de cada cirio que
precisan. De su acierto en ese punto dependerá gran parte del resultado
estético en la calle. Recibido el pedido y comprobada su corrección, cada cirio
se ha limpiado meticulosamente y clasificado por alturas y calibres,
encontrándose ahora dispuesto ordenadamente sobre un paño.
Alfonso lozano y Fernando
Morillo comentan con ABC la disposición pensada. Sigue la línea de la que en su
día planteara el prioste sevillano del Silencio y el Valle Manuel Palomino,
completándola con nuevas piezas que desde entonces ha ido adquiriendo la
hermandad. 98 candeleros, con calibres que oscilan entre los 50 y los 35
milímetros, a los que se suman 6 cubillos fijados a la peana de la Virgen,
proporcionarán 104 puntos de luz para Nuestra Señora del Mayor Dolor. La
candelería, alta y rematada en pico, tendrá caídas simétricas hacia cada varal
y hacia la calle central, además de una pendiente decreciente que facilitará la
iluminación del rostro y la saya. La mayor densidad se producirá en las tandas
más bajas, donde se ha agrupado un gran número de candeleros, dejando libre
solo el sitio justo para los violeteros del frontal, que integrarán la flor en
la composición.
Entre tanto, Álvaro
Doctor emplea uno de los pocos artilugios tecnológicos que esta antigua
ceremonia ha admitido con el tiempo: un cilindro de aluminio con una cuchilla y
una resistencia eléctrica con el que afila metódicamente el extremo inferior de
cada cirio. Las virutas de cera pura resultantes serán usadas posteriormente
para fundir cada vela. Aunque Doctor introdujo el novedoso invento en Córdoba, insiste
en que se reconozca el mérito de la invención a un cofrade sevillano, conocido como
Antonio “el Calamar”.
Mientras Morillo Velarde comprueba que cada cirio ha sido
afilado hasta el punto deseado, Lozano se ha subido al paso, y comienza a
envolver cuidadosamente los excelentes candeleros de plata con papel fijado
mediante cinta de carrocero. La finalidad es mantenerlos intactos de las
salpicaduras que se producirán al fundir la cera e insertar el cirio. Lozano
pone especial atención en el sellado de cada cubillo, en una labor que no es
rápida, porque cada pequeño proceso relacionado con la candelería se realiza
con meticulosidad extrema.
En una pequeña jarra metálica se ha calentado cera,
procedente de las raspaduras anteriores, hasta la temperatura que Morillo
considera óptima, lo que comprueba acercando al rostro la cantarilla. La colocación se inicia por las tandas
superiores. Tras dejar caer en el interior la cantidad justa de cera fundida,
se introduce el cirio, previamente limpiado con un trapo por enésima vez. En
breve comienza a fraguar, endureciéndose poco a poco la cera hasta mantener
sólidamente la vela. En el frontal y el costero del paso, la aguda visión de
sus colaboradores detecta la menor incorrección en la verticalidad, que se corrige sin dificultad en esta fase del fraguado previa a la solidificación.
Morillo no es partidario de acelerar el proceso enfriando los candeleros con un
paño humedecido, pues, según él, un enfriamiento demasiado rápido podría
contraer en exceso la cera dificultando la fijación. Sucesivamente va fundiendo
primero uno de los paños para después acometer el otro. Hacerlo así le facilita
maniobrar con cierta comodidad entre la cera.
Es ya de madrugada cuando ABC abandona San Lorenzo. Lozano,
Morillo-Velarde y Doctor continúan con su tarea en la que con seguridad les
sorprenderán las primeras luces, y muy probablemente continuarán otra noche
más, con solo breves paradas para un bocadillo o un refresco.
Foto de Agustín Camargo