Cuando la catequesis brota
del arte
¿Cómo podría la madera tallada de
un paso hablar al espectador de la unión del pueblo cristiano en la Iglesia?
¿De qué manera el bordado de un manto con hilos de oro nos explicaría la
perfección de María, o su concepción sin pecado? ¿Cómo el orfebre aludiría a la
pasión de Jesús sin labrar a Jesús mismo?
Para enviar este tipo de mensajes,
la Iglesia ha usado desde tiempo inmemorial los símbolos. Sin embargo, según el
arqueólogo y pregonero de la semana santa cordobesa Enrique León, la iglesia
occidental con el tiempo ha perdido en gran medida esa capacidad intuitiva para
interpretar lo simbólico, mientras que en la oriental se ha mantenido casi
intacta. Es por esa razón que algunos símbolos pueden escapar a la
interpretación en un primer vistazo rápido, más aún si se camuflan entre la
abigarrada decoración tan del gusto cofrade. Es la intención de estas líneas
acercar al espectador, no necesariamente introducido en el mundo de las
cofradías, a la lectura de estos bellos elementos simbólicos que muestran
nuestras hermandades, comenzando por los de naturaleza vegetal.
Fotografía tomada de http://www.andresvalverde.es
A modo de ejemplo, situémonos en
la calle Juan de Mesa el miércoles Santo. El
flamante canasto de la Misericordia pasará casi rozándonos, y observaremos
necesariamente unos carnosos frutos de granada
entre las volutas doradas. Acaso podamos pensar que los artistas las han puesto
en ese lugar por rellenar caprichosamente un espacio, pero nada más lejos de la
realidad. La granada está formada por innumerables granos iguales en apretada
formación, y del mismo modo el pueblo cristiano forma la Iglesia universal por
la unión de todos y cada uno de los fieles. Ya San Juan de la Cruz incidió en
este simbolismo, en el que además veía en la dulzura del jugo el gozo del alma
que ama y conoce a Dios.
Podemos ver granadas talladas en
diversos pasos, como el citado de la Misericordia, el no menos impresionante
del Calvario, en la madrugada en las cresterías del paso de la Buena Muerte, o,
siguiendo un bordado renacentista, en la más reciente de las sayas de Nuestra
Señora del Desconsuelo.
foto de la web www.bordadossalteras.com
Es posible que el fruto se
presente mezclado con otros, y con diversas flores más o menos idealizadas, que
manando de un cuerno se desbordan por la superficie a decorar. Es la cornucopia o cuerno de la abundancia.
Símbolo antiguo muy utilizado en decoración
que con el cristianismo adquirió un nuevo significado. Téngase en cuenta
que en determinadas culturas se usaban cuernos para contener bebidas o
alimentos, por lo que su sentido es el de abundancia de bienes. Así, para los cristianos, representa
exactamente lo mismo solo que los bienes que se derraman son de tipo
espiritual, alimento del alma que mana de la gracia divina. Ejemplos de
cornucopias pueden encontrarse en el mismo paso de la Misericordia, en los
extraordinarios del Calvario o Coronación, o bordados como en los simpecados de
la Estrella o el Sepulcro.
En esa misma estrechura de la
Calle Juan de Mesa, forzada la mirada hacia el completo muestrario de
simbolismo que es el paso de la basílica de San Pedro, quizás descubramos, más
pequeños e idealizados, otros frutos que identificaremos como castañas. Más escondidas entre
guirnaldas, también estarán presentes el Viernes Santo, adquiriendo su
significado más preciso, en el arquitectónico y extraordinario paso del
Sepulcro, ya que el sentido de este fruto es llamar al observador a la
meditación sobre la muerte. La fecha en que aparece este fruto otoñal,
aparentemente seco pero lleno de vida en su interior, coincide con los días de
difuntos, lo que ha favorecido esa asociación de ideas.
Pero volvamos a ese miércoles
ideal en el que el paso de la Misericordia nos aprisionó física y mentalmente.
Optemos ahora por buscar la cofradía de la Paz en el entorno de la calle
Osario. Al contemplar el radiante paso de la Virgen probablemente nos llame la
atención, entre la inmaculada blancura que la rodea, una verde rama de olivo en sus manos. Observando con
detenimiento quizás podamos ver que porta en la otra un colgante en el que de nuevo
el olivo, esta vez de plata, se mezcla con un ancla. Los pueblos mediterráneos
han tenido en el olivo, desde tiempo inmemorial, un símbolo de bienestar. Para
los cristianos ya aparece citado en el Génesis cuando, al traerlo una paloma en
su pico, anuncia a Noé el final de las tribulaciones y desventuras. El olivo es
por ello símbolo de la paz, y en ese sentido lo utiliza la virgen de tan bella
advocación.
Flor de pasión en la mano de la Virgen del subterráneo, de Sevilla www.lagubiayeltas.us
No será la única muestra de un
hermoso atributo simbólico portado en las manos de una imagen mariana. El lunes
santo, por ejemplo, desde la Huerta de la Reina se presentará a la ciudad la
Virgen de la Estrella sosteniendo una magnífica interpretación en plata de una flor de la pasión. Esta planta
trepadora, también conocida como rosa de pasión o pasionaria, presenta en la
naturaleza filamentos que recuerdan la corona de espinas, cinco estambres
amarillos que se comparan con las cinco llagas, y tres estigmas color púrpura
coincidentes en forma y número con los clavos. Además su color es morado, por
lo que se ha usado tradicionalmente para representar la pasión del Señor.
foto de www.lahornacina.com
Veremos otras rosas, pero del tipo tradicional,
adornando su espléndida saya y su toca sobremanto del mismo modo que lo hacen
con numerosas imágenes de María y alguna de Cristo. Alcanzan éstas un
significado diferente. La rosa es bella y compleja, por lo que se asocia
fácilmente con la perfección. La Virgen María ha sido llamada numerosas veces
<<la rosa sin espina>>. Precisamente esta asociación de María con
la Rosa está en el origen de la devoción del Santo Rosario, por lo que la flor
estará muy presente el viernes santo en el palio de la dolorosa de San Pablo.
Hermosas rosas aparecerán también en simpecados y estandartes, esbozada en
bambalinas, o en la pálida mano de la Virgen de Gracia y Amparo. Alguna vez la
veremos en cristos como el de Vera Cruz, prendida de su túnica, porque también
se asocia la perfección de esta flor y la forma de sus pétalos con la preciosa
sangre del Salvador.
Lirios en el estandarte de Santa Faz. Foto de J.M.L.V.
Pero la flor que predominará en
las imágenes marianas por encima de las demás será la azucena o lirio, ya que se identifica con la pureza virginal de la
Virgen María. Es común además que aparezca en grupos de tres, indicando la
virginidad de la Madre de Dios antes, durante, y después del parto. Es un símbolo
muy común en arte. Botticelli y Leonardo
da Vinci representan al arcángel Gabriel entregándole lirios a la virgen en sus
famosos cuadros de la Anunciación, y el Greco o Murillo lo usan para sus
inmaculadas. El origen del símbolo es sobre todo bíblico. El Cantar de los
Cantares se refiere al lirio entre cardos, lo que se ha asociado siempre con
María.
Por eso es frecuente encontrar
azucenas o lirios en los simpecados, ya que estas insignias tienen por objeto
exaltar la concepción inmaculada de la Virgen. “Lirio blanco de la Trinidad” es
el apelativo que recibe de sus cofrades la Virgen de la Hermandad de la Santa
Faz, y prodiga esa flor en el remate de los varales de su palio, además de
portarla de plata en su mano. También el estandarte corporativo las muestra,
magníficamente bordadas por Pérez Artés. Las mismas manos las han bordado,
primorosas, para la más reciente saya de la Virgen de los Dolores, y azucenas
podemos ver también, de orfebrería, en la base de los varales de la Concepción.
Pero no es exclusivo de la Santísima Virgen, ya que ocasionalmente podemos
encontrarlo en imágenes de Cristo, reforzando la idea de pureza, de perfección, de ausencia de pecado y de
santidad. El lirio agrupa sus pétalos de tres en tres, por lo que recuerda
además a la santísima Trinidad. Así, ese
mágico lunes Santo de contrastes, al elevar la mirada entre la nube de incienso
envuelve al Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas, veremos que los clavos que
le unen al madero se han transformado en unas excepcionales azucenas de oro.
Uvas y espigas en la saya del Cordero, de la Virgen de los Dolores.
La primera hora de la tarde del
Jueves Santo tiene una luz especial. Luz que a Córdoba viene desde poniente en
el paso de la Cena, representando la institución de la eucaristía en ese día.
Por eso uvas y espigas salpican el
cortejo, adquiriendo mayor dimensión en el paso, sobre la propia mesa, en el
canasto, y en los recientes respiraderos que combinan talla y bordado. Espigas
y uvas que son la materia prima del pan y el vino que se transformarán en
verdadero cuerpo y verdadera sangre de Jesucristo. Encontraremos estas uvas y espigas en
estandartes sacramentales, o en aquellas piezas en las que se pretenda resaltar
el sentido eucarístico, como la extraordinaria saya del cordero, de la Virgen
de los Dolores, o el estandarte de la hermandad de la Estrella, anunciando su
carácter sacramental.
Pero ya ha muerto el Jueves
Santo. Por la Reja de Don Gome avanza sin consuelo la sin par Virgen de las
Angustias mostrando el fruto de su vientre y encogiendo los corazones de
quienes la ven pasar. Será realmente difícil apartar la mirada de su divino
rostro. Pero si en las estrechuras que conducen a San Agustín nos vemos
obligados a hacerlo, podremos observar que la moldura de su paso representa
hojas de laurel entrelazadas. No
tiene misterio el laurel para la cultura mediterránea, ya que con él se ha
exornado tradicionalmente la cabeza de los triunfadores a modo de distinción. Y
es el triunfo lo que representa aquí el laurel, pero no el triunfo terrenal,
sino el triunfo de Jesús sobre la muerte.
Corona de laurel en el senatus de Buena Muerte.
Otros laureles habremos visto a
lo largo de la semana santa, en los senatus de varias cofradías, pero su
sentido en ellos se asocia al dominio del emperador romano para recordar que,
como indica el credo, Jesús «… padeció
bajo el poder de Poncio Pilato».
Palmas de martirio. Reina de los Mártires.
A desgana abandonará el atento
observador la compañía de las Angustias. Pero deberá hacerlo apresuradamente, y
buscar los alrededores de la Catedral para poder extasiarse en el silencioso
transitar de la hermandad de la Buena Muerte. Y allí verá como la palma, la hoja de la palmera, salpica
el techo de palio de Nuestra Señora Reina de los Mártires, que también la porta
en la mano. En el manto, delicadamente bordada, formará una toca sobre la que
apoyar su real corona, y en los respiraderos estará sostenida por relieves de
mártires, mientras que Acisclo y Victoria, patrones de la ciudad, la exhibirán
en el llamador. Y es que la palma es símbolo de victoria sobre las
dificultades. Aparece, entre otras escenas, en el apocalipsis, de manos de
ciento cuarenta y cuatro mil santos vestidos de blanco. Símbolo de ascensión,
superación, y santidad, la Iglesia lo adoptó como emblema de martirio. En el
palio de San Hipólito constituye una intensa referencia a los mártires sobre
los que reina, como indica la letanía lauretana, la titular mariana de la
cofradía.
Otras palmas habrán podido verse
el Domingo de Ramos, en el cortejo de la Entrada Triunfal y bordadas en el palio
y saya de la Virgen de la Palma, recordando su advocación y la procesión de las
palmas que se celebra ese día.
Túnica de cardos. Gran poder.
El cardo es otro vegetal muy cofrade, ya que aglutina una importante
carga simbólica. Sus hojas son grandes y con espinas, y su tallo, también
espinoso, florece en el extremo superior en una única flor de color púrpura,
por lo que se le asocia inmediatamente con los padecimientos del Señor camino
del Calvario y su victoria sobre el sufrimiento. Mirando desde la perspectiva
trasera el magnífico paso de Nuestro Padre Jesús del Calvario, veremos que la
cruz del dulce Nazareno de San Lorenzo es sostenida por unos hermosos ángeles
entre unos tallos florecidos de cardo natural. Cardos veremos también en la
hermandad de la Expiración, a los pies de la Cruz y también en un buen manto de
capilla de la Virgen del Rosario. Y cardos idealizados se aprecian también en
la citada saya de Soledad de la Virgen de los Dolores, bordados en oro sobre
terciopelo morado, apuntando a la azucena entre cardos del Cantar de los
Cantares.
Eucaristía entre hojas de acanto. Redención de córdoba. www.laestrelladecordoba.com
No obstante, sin considerar la
ornamentación efímera de los pasos, la planta
más numerosa de nuestra semana santa es la hoja de acanto, pues esta especie es habitualmente usada en talla, bordados u
orfebrería como decoración vegetal. No en vano ya en Grecia se usaba la hoja de
acanto como decoración de capiteles corintios. El acanto se parece al cardo en
su representación, ya que es un arbusto espinoso muy vivaz. Por ello suele
representar la superación de pecados por medio de la penitencia. En ningún
sitio tan apropiado como en las estaciones de penitencia de nuestras cofradías.
Estilizadas hojas de acanto bordadas en oro o plata son el motivo decorativo de
sayas como las del Mayor dolor, Amor o Paz. Grandes hojas de acanto de madera
dorada forman los pasos de Humildad y Paciencia, Penas o Redención.
El simbolismo en nuestras
hermandades abarca un espectro mucho mayor. Colores, formas, animales,
herramientas, edificios, astros y un largo etcétera componen una catequesis
plástica para quien observe con atención el transcurso de una cofradía.